Mientras los discípulos intentaban cruzar el lago con gran fatiga y esfuerzo, Jesús que estaba en el monte orando, los ve y acude en su ayuda. Pasa junto a ellos y calma la tempestad. Ellos quedaron atónitos y no entendían lo que estaba ocurriendo porque sus corazones aun estaban endurecidos, a pesar de haber contemplado impresionantes prodigios realizados por Jesús. Y es que el problema de la dureza del corazón nos lleva a no ver la gloria que hay detrás del milagro. Marcos 6:30-56.
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