A pesar de que Saulo de Tarso era un enemigo encarnizado de Jesús y de sus discípulos, Jesús le sale al encuentro y le muestra su inmensa gracia y misericordia. El Dios perseguido sale a perseguir a su perseguidor y lo alcanza cerca de Damasco. Allí, en lugar de darle un golpe mortal, le muestra su amor y lo llama para que sea su heraldo escogido. Hechos 20:24.