EL TESTIMONIO DE JUAN EL BAUTISTA

En el mensaje anterior estuvimos considerando el carácter de Juan el Bautista, de manera que concluimos que fue un gran hombre, desde la perspectiva de Dios. Hoy nos centraremos en el mensaje y el testimonio que Juan dio acerca de Jesús de Nazaret. Las verdades que encierran lo que Juan anunció sobre Jesús son imprescindibles para la fe cristiana. Juan proclamó que el que venía tras él nos bautizaría con el Espíritu Santo, que era el Hijo de Dios y que también era el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Juan nos informa que aunque él no conocía quién era el Mesías, sí había recibido de Dios unas señales que nos mostrarían de manera inequívoca quien era aquel a quien la humanidad estaba esperando desde la caída en Edén. Juan 1:1-37.

LA ORACIÓN MÁS SUBLIME 3

Entramos hoy a analizar con detalle las palabras de Jesús en su oración cuando dijo: «Santifícalos en tu Verdad, tu Palabra es Verdad.» En primer lugar veremos lo que quiere decir que seamos «santificados». Este término tiene varias acepciones que son aplicables aquí. Después seguiremos analizando quién es el que nos santifica. Finalmente abordaremos el cómo somos santificados y qué papel nos toca a nosotros en todo este proceso. Juan 17:17-19.

LA CAPACITACIÓN DEL ESPÍRITU SANTO

La naturaleza de la tarea que Jesús nos ha encomendado es ingente y nadie tiene la capacidad en sí mismo para realizarla. El Señor no nos ha llamado a que seamos activistas sociales, ni influencers. No, esa no es la misión de su Iglesia. Él nos ha llamado a ser testigos, a ser embajadores y entregar un testimonio de quién es Jesucristo y qué ha hecho. Y el Espíritu Santo es el único que tiene la capacidad para realizar esa encomienda de manera efectiva. Por lo tanto la Iglesia necesita la presencia, el poder, la actividad y la capacitación diaria y constante del Espíritu de Cristo para llevar a cabo la tarea encomendada. Hechos 1:8.